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El viajero del tiempo


Silvia terminó de recogerse el pelo, como cualquier día, delante del espejo del baño. Giró la cabeza hacia los lados para comprobar que había quedado bien, sonrió alegremente y salió del baño para recoger su bolso. Tenía que ir a realizar la compra. Bajó rápidamente por la escalera (no le gustaba el ascensor), y salió a la calle, llena de vida y de gente. El buen tiempo se hacía notar y los vecinos habían salido a la calle para disfrutar de la incipiente primavera. Aunque no era un día especial, Silvia estaba especialmente alegre, no sabía muy bien por qué, pero lo estaba. Tenía esa curiosa sensación que se tiene cuando un día va a ser especial. La sensación de que iba a ser un día importante, y no se lo quería perder.

Observó el cielo. Unas pocas nubes intentaban tapar un sol que, a su vez, intentaba escabullirse de ellas para mostrar su luz. De nuevo sonriendo, se puso las gafas de sol y echó a andar.

De camino se cruzó con alguien. No le conocía, pero sintió algo extraño, una punzada en el estómago. Se giró para mirar. Era un hombre de aproximadamente su misma edad, moreno, con el pelo corto; no pudo verle la cara. Se preguntó quién era (quizás le conocía de antes) y por qué se había sentido así al cruzarse con él. Como si aquella persona fuera alguien importante para ella. Se quedó mirándole, viendo cómo doblaba la esquina, desapareciendo. Y de pronto se descubrió a sí misma, parada en medio de la calle, mirando hacia la esquina, esperando quizás que volviera a aparecer... pero no lo hizo.

Qué raro, pensó el chico, juraría que se ha parado y me está mirando... ¿eso es posible? En realidad, no nos hemos visto nunca antes...en cualquier caso, debo continuar con mi plan. Ya que he llegado hasta aquí no puedo detenerme ahora.

 Silvia volvió a tomar el camino de la panadería. Caminaba lentamente, notándose influenciada por el raro encuentro que acababa de tener. Intentaba recordar de qué conocía a aquella persona (si es que realmente le conocía) pero no logró llegar a ninguna conclusión, no consiguió aclarar por qué le parecía tan familiar y tan importante. Así que siguió con dirección a la panadería para comprar el pan y la leche; sin embargo, no logró quitarse de la cabeza la aparición del chico moreno.

Llegó a la calle principal, con la plaza y la fuente que presidía la misma. La plaza en la que tantas veces Silvia se había sentado a leer, a ver la vida pasar o simplemente a descansar. La plaza era un bullicio de actividad: mucha gente, aprovechando el sol, había salido a pasear o a realizar sus quehaceres. En la fachada de enfrente, unos obreros subían una cristalera para una casa habitada por una pareja recién casada. Le encantaba pasear, andar, perderse por las calles. Silvia se dejó envolver por el entorno y, en un momento, el recuerdo del chico moreno se desvaneció lentamente, entre las risas de los niños y el sonido del agua de la fuente...  de manera que no se percató de la presencia del chico moreno, de pie frente a la terraza de un bar.

El camarero del bar servía a las mesas rápidamente, agobiado por la cantidad de clientes. El chico, que antes se había escabullido sin que Silvia le viera la cara, seguía sus pasos atentamente. Al verla, tan guapa, tan perfecta... empezó a recordar... y su corazón empezó a latir fuertemente. Se recordó a sí mismo en el hospital, atendiendo a Silvia. Quitando todos esos cristales de su piel, de su cara. Recordó el dolor que ella sufría, su mirada desesperada, buscando una explicación que él no podía darle. Recordó su llanto cuando el médico le comunicó sus lesiones que la acompañarían el resto de su vida. El tacto de su mano, la fuerza con la que apretaba... el momento en que se enamoró de ella. Y en su cabeza sólo había una idea: si pudiera evitar su sufrimiento, si estuviera en su mano aliviarla, consolarla, ayudarla... si pudiera viajar en el tiempo y evitarlo. Se acercó a una de las sombrillas, abriéndola y calculando el tiempo que tardaría Silvia en llegar hasta allí.

Silvia hacía mentalmente una lista de lo que tenía que comprar. Pensó que podría hacer una tarta para el día siguiente; recibía la visita de su hermana. Pero para ello tenía que comprar también algo de mantequilla. En su rostro se dibujó una sonrisa pensando en lo mucho que le gustaba a su hermana esa tarta. Sabía que le haría ilusión, y más si mantenía el secreto hasta el día siguiente.

El chico, con la cara envejecida como si hubieran pasado diez años, caminaba paralelo a la carretera. Tosía y caminaba como si le pesaran las piernas. De pronto vio la terraza del bar. Vio cómo Silvia se acercaba, y se vio también a sí mismo abandonando la terraza, con la sombrilla ya abierta. En ese momento sintió una intensa punzada en el corazón, tanto que tuvo que pararse para recuperar el aliento. Ya me lo habían advertido, pensó, me habían dicho que esto pasaría, es normal. Tengo que continuar y ser fuerte. Recordó el motivo por el que había deseado volver: el ruido del motor del coche. El frenazo que no llegó a tiempo. La inmovilidad que Silvia no podía soportar. La tristeza que la atrapó sin remedio y cambió por completo su carácter. Y esta vez, él se sentía responsable. Aunque existía una solución, sabía que podía causarle la muerte, y así lo estaba comprobando ya. Pero si esta vez funcionaba, nada de eso iba a importar ya.

Silvia pasó al lado de la terraza del bar, que se encontraba abarrotada. Miró los cafés, los bollos que se encontraban en las mesas. Un dulce olor a crema de pastelería la alcanzó; ella inspiró profundamente y se paró de frente a la terraza, meditando si se detenía o no a saborear uno de esos bollos rellenos de crema y con pepitas de chocolate.

El chico, respirando entrecortadamente, esperó unos segundos antes de vaciar su bolsillo disimuladamente. Varias tachuelas cayeron al suelo, en medio de la carretera, en un momento en que no pasaban coches. Ya está, dijo, ahora sólo espero no haberme equivocado. No podré volver a repetirlo. Desapareció, mientras cerraba los ojos.

De pronto, Silvia oyó a los obreros discutir entre ellos. Parecía que algo iba mal. Se oyeron unos golpes y luego unos gritos: "¡Cuidado, fuera de ahí, fuera!" La cuerda que sujetaba la cristalera se rompió y ésta se precipitó hacia la calle, justo hacia la terraza del bar... justo hasta donde estaba Silvia.

En ese momento todo pareció ir a una velocidad más lenta de la normal. Silvia apreció cómo la cristalera se precipitaba sobre ella. Cerró los ojos y apretó los dientes, esperando el impacto de la misma. Oyó cómo la cristalera se partía en mil pedazos, pero... no se había roto sobre ella. Asustada, retrocedió unos pasos hacia atrás. Se percató de que se había parado justo debajo de una sombrilla que, por alguna razón, se encontraba abierta, aunque en la mesa correspondiente no se hallaba nadie sentado. La sombrilla había parado el impacto y evitando así que el cristal se hiciera añicos al llegar al suelo, justo donde ella estaba. Los trozos de cristales se esparcían a su alrededor.

Intentó controlar su respiración. Quién sabe lo que habría pasado si esa sombrilla no se encontrara abierta... sin duda, un golpe de suerte.

El sonoro claxon de un coche volvió a asustarla. Giró instintivamente la cabeza hacia el lugar del sonido y vio que un coche se dirigía irremediablemente hacia ella, a una velocidad considerable. Al retroceder varios pasos se había metido en la carretera sin darse cuenta. Ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar, cuando el coche pinchó una rueda. El conductor perdió el control del mismo y volcó, pasando por el lado de Silvia, muy cerca pero sin llegar a tocarla.

Silvia se dejó caer en la carretera, sin poder dar crédito a lo que acababa de suceder: había salvado la vida en dos ocasiones, en menos de un minuto. Empezó a respirar cada vez más deprisa. No conseguía calmar sus nervios, y estaba a punto de romper a llorar.

Un chico se acercó a ella, interesándose por su estado. Silvia le miró, y aunque no reconoció su cara, sintió la misma extraña sensación que había sentido al salir de casa. El chico parecía muy preocupado y le tocó la cabeza, como comprobando que todo estaba bien, y después observó sus piernas:

- ¿Puedes moverlas? ¿Puedes levantarte?
- Yo... eh... no sé...

El chico le ayudó a levantarse. Silvia se puso en pie como pudo y miró al coche. El conductor salía por su propio pie mientras varias personas se acercaban para ayudarle.

- Yo... sí... creo que .... estoy bien... bueno, no... en realidad no...

Silvia rompió a llorar. El chico trató de consolarla poniendo un mano en su hombro, no sin cierto pudor al hacerlo.

- Bueno, ha sido un buen susto, pero no ha pasado nada. Estás bien.

Pero Silvia sentía que tenía que desahogarse y siguió llorando durante unos segundos. Cuando se pudo tranquilizar, levantó la vista y miró al chico. Le miró detenidamente y luego preguntó:

- Oye... ¿quién eres?
- Pues... soy Diego.
- Ah, pues... Diego... bueno, encantada... eh... yo... tengo una extraña sensación y tengo que contártelo. Verás... esta mañana he salido de mi casa y... no sé... bueno, pensarás que soy una tonta, pero... me he cruzado con alguien. Y no sé si eras tú, porque no le he visto la cara... pero he tenido una sensación. La misma que tengo ahora contigo.
- ¿Una sensación? ¿Qué sensación?
- No sé... es... bastante raro. Como si nos conociéramos de antes.

El chico dudó unos segundos.

- La verdad, no creo que nos hayamos visto antes -respondió. - Oye... ¿quieres que te lleve al hospital?
- No, no hace falta. Estoy mejor. Voy a llamar a mi hermana.
- Bueno, como quieras. Soy enfermero. Si quieres te acompaño.
- No, en serio, de verdad. Aunque si te quedas un rato conmigo, te lo agradezco. Estoy bastante nerviosa.

Comentarios

  1. Creo que hay varias pelis que van de esto. Si no varias, al menos una xD. Pero me suena muchísimo una trama así. De lo que, deduzco, que, aunque sólo sepa poner nombre a una, he debido de ver varias parecidas xD

    La que recuerdo la vi en el cine hace más años de los que creía jajajaja. Por supuesto entra en el género de película romántica y la protagonizaban Eric Bana y Rachel McAdams. Se llama "Más allá del tiempo". No sé si la habrás visto. El recuerdo que me viene en este momento es que me resultó un poco ni fu ni fa. De hecho, ahora que he visto el trailer, me parece que es uno de esos trailers en los que te cuentan to la película. Al menos coincide con "el resumen" de lo que yo recuerdo de ella.

    No obstante, si te animas, verás que está en los videos relacionados la peli completa. Eso sí, en español latino, wey xD. Así que, si quieres, podemos intentar verla un día como hacíamos antes (si es que recuerdo mi clave para entrar en skype jajajaja, no prometo nada xD). Lo mismo resulta que en español latino la peli está padrísima y hasta nos resulta una experiencia de lo más chévere xD

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  2. Pues que recuerde, no he visto ninguna película con un argumento parecido, o al menos, no la recuerdo. No he visto "Más allá del tiempo", y he decidido que no voy a ver el trailer ya que dices que cuentan toda la película :)

    Si consigues entrar en tu Skype, me apunto a ver la peli, que por cierto está en latino, así podemos ver a Eric Bana y su chamaquita xDD

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  3. A ver si miro lo de whatsapp que me has pasado y vemos una. La de "Más allá del tiempo" podría haber estado mejor. Quiero decir... que el argumento no estaba mal. Extraño. Pero la idea era bonita. Sin embargo, la peli era un poco tostón. Y para que yo lo diga de una peli pastel... puedes creerme que lo era jajajaja.

    Nos leemos ;)

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  4. Qué bien escribes amigo Kike, no conocía tu faceta novelística. Estoy leyendo el blog ahora, a partir de este momento tienes una seguidora más, que lo sepas. Talento por doquier :).
    Un abrazo muy grande.
    Marti McFly.

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  5. Yo: pues si quieres, vemos otra, no sé, como veas. Yo no he visto "más allá del tiempo" así que no me importa verla, pero si hay otra que te apetezca más ver, lo vemos :)

    Marti: muchas gracias!!! Un placer tenerte por aquí. Comenta cuando quieras, siempre es una alegría leer comentarios :) Un abrazo!

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